De pequeñajo me gustaba ir a los alrededores del aeropuerto de Málaga para ver tanto la llegada como la salida de los aviones, y ahí me di cuenta de la ficción que rodea tanto a la televisión como al cine, pues en las películas siempe se mostraban exclusivamente los accidentes de los aviones, cuando en la realidad, nunca ocurría nada. Simplemente aviones despegando y aterrizando. Nada que ver con las películas, y no es que deseáramos o esperábamos que ocurriera uno, pero como en las películas siempre los había, pues lo lógico en nuestra mente de niños, es que en la realidad, ocurriera los mismo.
Hoy y varias décadas después, aún me sigo admirando de que unos artefactos tan aparatosos y tan enormes, sean capaces de levantarse del suelo, y más incluso de volver a aterrizar sin el más mínimo daño, y sobre todo, que lo hagan una y mil veces por los distintos aeropuertos del mundo entero. El secreto está en mi humilde opinión en el riguroso mantenimiento que las mil y una piezas y engranajes que llevan y que con echarle un vistazo así por encima al NSN Catálogo de piezas de aviones, te das cuenta que son miles si no millones de piezas, las que con un ajuste perfecto, propio del mejor de los relojes, hacen posible ese para algunos como yo, milagro de volar.
Luego ya de adolescente, tuve el conato de intención de haber estudiado bien para piloto, bien para cualquier otro oficio o profesión relacionada con el mundo de la aviación, pero mi novia me dejó bien claro que o ella o los aviones, y con la calentura que llevaba yo en aquella época, me dije que más valía culo en mano, que aviones en los que viajar.
Y hace poco leí sobre los inicios de la aviación moderna, y lo importante que para su desarrollo han sido las guerras, por lo que me estoy seriamente planteando la posibilidad de volver a estudiar sobre el mundo tan apasionante que es el de la aviación.
¡A ver si no lo dejo esta vez!
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